La pérdida de El Dorado by V. S. Naipaul

La pérdida de El Dorado by V. S. Naipaul

autor:V. S. Naipaul [Naipaul, V. S.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1969-01-01T00:00:00+00:00


7

LA LISTA DEL VERDUGO

(Enero — julio de 1803)

El primer comisionario llegó a los muelles de Puerto España el 3 de enero de 1803. Iba con su mujer, la hermana de su mujer y el personal a su servicio; cuatro jóvenes secretarios para quienes habría que buscar o crear puestos gubernamentales con sueldo; cinco inspectores (entre ellos dos agentes de Miranda); el secretario de la Comisión; un hombre al que se le había asignado el absurdo puesto de fiscal de la Corona, y varios inmigrantes. Un buque de guerra llevó al grupo desde Portsmouth. Era la distinción que esperaba el primer comisionario. A sus cuarenta y ocho años, conocía los entresijos de los ministerios, el ejército, la East India Company. Otros seguían intentando definir privilegios y deberes; él ya sabía; las personas como él estaban confiriendo distinción al Imperio británico.

Aún no representaba distinción en cuanto a la forma de vestir. El primer comisionario vestía como sus jóvenes secretarios. Llevaba uniforme azul con cuello y puños rojos, chaleco y calzón de mahón amarillo, calzas azules, zapatos con enormes hebillas. También espada de gala y bastón; tomaba rapé. Era el coronel William Fullarton, de Fullarton, parlamentario por Ayrshire, Escocia, miembro de la Royal Society de Londres y de Edimburgo. Poseía tierras en Ayrshire; su mujer era la hija de lord Reay. Había escrito un libro sobre la agricultura en Ayrshire y otro sobre los dos años de su servicio militar en la India, donde, hacía veinte años, lo habían nombrado coronel de los ejércitos de la East India Company, y era, según su propia descripción, «comandante del ejército meridional en la costa de Coromandel».

Era su experiencia en la India lo que sin duda le hacía indicado para las funciones políticas del primer comisionario: la conciliación de los extranjeros, la extensión de la influencia británica al continente de la América hispana. Y el subsecretario de Estado para las Colonias era viejo amigo suyo, colega de la época de la India. El coronel Fullarton arrastró esta atmósfera de influencias, riqueza, cultura (había realizado el «Gran Viaje» con el tutor de William Beckford), experiencia, buen servicio y escándalos encubiertos. En 1794, cuando había reclutado un regimiento de dragones ligeros para Irlanda, se atrasó con los fondos de mantenimiento y se ingresó dinero por forraje como si le hubiera sido pagado a alguien inexistente por unos caballos igualmente inexistentes. En 1800 reclutó otro regimiento, cuando el escándalo relacionado con aquel asunto aún no se había desvanecido. El duque de York le dijo por carta al secretario de Estado que no debía permitírsele a Fullarton que fuera a Trinidad hasta que no se hubieran solucionado ciertas «graves demandas».

Pero fue; y al día siguiente desembarcó «de manera regular», como a él le gustaba denominarlo. Los dos magistrados del Cabildo de Puerto España le recibieron en el muelle y le llevaron, entre soldados negros y blancos alineados en la calle, presentando armas, a golpe de tambores, hasta la Casa de Gobierno, donde mostró sus credenciales a Picton y fue presentado a los miembros del Cabildo y al consejo de Picton.



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